A medida que profundices tu relación con Dios, los frutos del Espíritu se reflejarán espontáneamente en todas tus acciones.
Veamos estos frutos:
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Gálatas 5: 22-23
Por ejemplo...
Espontáneamente amarás a todos, aun hasta aquellas personas que te han dañado...
Espontáneamente tendrás gozo aun en medio de la tristeza...
Espontáneamente tendrás paz en medio de las adversidades...
Todo DEPENDE de tu RELACION con Dios.
Se trata de una necesidad prioritaria en la vida de todo cristiano, en la que se requiere mucha responsabilidad y diligencia. No hacerlo implica llevar una vida espiritual vulnerable a toda tentación, y por lo tanto una vida cristiana en derrota.
¿Cómo mantener e incrementar la relación con Dios?
Es a través de dos maneras, que a simple vista son sencillas, pero que requieren mucha disciplina:
Reflexión de la Palabra de Dios. Esto implica no solamente leerla o estudiarla, sino aplicar su contenido a nuestra propia vida.
Se trata de “oír” y “asimilar” lo que Dios nos quiere decir personalmente.
Mira lo que Dios nos dice por medio del profeta Isaías:
Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma.
Isaías 55:2-3
La oración. Una definición corta y sencilla de oración es, hablar con Dios. Es expresarle con palabras todo cuanto hay en nuestro interior, con la plena certeza que estamos siendo escuchados por él.
Nuestro Señor Jesucristo nos aconseja cuán importante es practicarla, debido a nuestra tendencia vulnerable:
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Mateo 26:41.
La oración y la Palabra de Dios han de “ir de la mano”, pues ambas constituyen un verdadero dialogo con El.