Son tan pocos... y a veces se pierden. Siempre queda el pensamiento interno diciendo: ¿Sería mi amigo realmente? Y, tal vez, sea cierto. Quizás no lo era o... simplemente se terminó un ciclo.
Soy de los que creen que la amistad se edifica día a día, de los que tratan de edificarla y tratan siempre de esperar y seguir dando oportunidades, pero a veces no alcanza. ¿Por qué? No lo sé pero es así. En estos días pensaba que en algunas oportunidades vemos solamente lo que queremos y no lo que se deja ver.
¿No te pasa que miras para atrás y piensas: "¡Pero si todo lo hice bien!"? Estuve cuando me necesitó, le dí sin esperar devolución, compartí momentos, llantos y alegrías; hablamos y también intercambiamos silencios, fuí amigo cuando tenía que ser amigo, le abrí mis puertas, mi casa, mi corazón, mi familia y... ¿No alcanzó? Y, pareciera que no.
También pensé que la moneda tiene dos caras, que no solo es lo que yo pienso, sino lo que piensa el otro, y... pude haber fallado, después de todo nadie es infalible, siempre está esa posibilidad, aunque no la veamos existe. Es difícil, ya lo sé, pero siempre traté de pensar bien del otro, quizás para guardar mi corazón de más dolor, me hace bien pensar que en el otro lado no hay mentira, que no hay mala intención, aunque tal vez no sea así. Sé que el tiempo trae todo a la luz, y como dice la escritura: "No hay nada encubierto que no sea manifestado..." Para nosotros tal vez se tarde años, pero en el tiempo de Dios son solo minutos.
En el título de este pensamiento que estoy compartiendo contigo, dice: "Hoy perdí un amigo". Todavía espero que sea un mal sueño, o quizás en realidad hace mucho que lo perdí y no me dí cuenta... Es verdad, "cuando un amigo se va, queda un espacio vacío". En el huerto de Dios siempre hay plantas que crecen, viven, dan lo que tienen que dar y mueren, es el ciclo natural; si estos fueran plantas no habría problemas, no dolería tanto, pero... son personas, y algunas más cerca que otras. No hay caso, no me puedo acostumbrar a la soledad de las decisiones, y de los silencios, porque aún para los silencios uno busca compañía.
Cuando un ser querido muere, duele aunque queda el consuelo de los recuerdos y la posibilidad de verlo nuevamente en el cielo. Cuándo muere una amistad, ¿qué queda? Voy a atesorar sus recuerdos y no voy a pensar que la perdí, sino que se fue de viaje. Sólo espero que las palabras no lastimen tanto, que no permitan que Lázaro resucite...
Déjenme encerrarme en el cuarto del luto, pero pareciera que una amistad está en agonía. Tal vez el sanador llegue a tiempo o simplemente mañana sea un recuerdo más para el tesoro de los afectos...
Sigo pensando.
los vemos amigo ENRIQUE VILLAROEL MALDONADO
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