Nuestra permanencia en el mundo no es un hecho accidental, sino que obedece a propósitos eternos que Dios estableció de manera especial para con cada uno de nosotros.
Veamos lo que Dios le revela al profeta Jeremías:
Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
Jeremías 1:5
Aun desde antes de ser concebidos en el vientre de nuestras madres, Dios ya había preparado el tiempo y el lugar en donde habríamos de desenvolvernos; y es precisamente por eso que tu estás ahí, en ese lugar.
Qué triste y frustrante sería que llegáramos al final de nuestros días sobre la tierra, y no haber vivido para el propósito para el cual Dios nos trajo al mundo. No olvidemos que eso depende de nuestra decisión personal.
Tú eres libre para vivir de acuerdo a los propósitos de Dios, o para vivir de acuerdo a los tuyos.
Que esta reflexión sirva para encarrilarte y afianzarte en los propósitos que Dios desde toda la eternidad ha preparado para ti.
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