La resurrección del Señor Jesús sigue siendo, y será eternamente, el hecho más importante de la humanidad y del Eterno Presente de Dios.
La resurrección del Señor Jesús sigue siendo, y será
eternamente, el hecho más importante de la humanidad y del Eterno Presente de
Dios.
Hoy podemos seguir escuchando su voz dándonos razones del
por qué su importancia, e invitándonos a hacer lo mismo que Él – Jesús – hizo
por nosotros, es decir, LLEVAR UNA VIDA DE AMOR.
Una vida de amor es una vida de entrega. No se evidencia
solamente en nuestros más cercanos, se evidencia con toda la humanidad y con
toda la creación.
Al llevar una vida de amor aceptamos el silencio y/o la
expresión del otro aunque él y ella sean diferentes a la nuestra.
El amor se demuestra cuando respetamos el semáforo, la señal
de tránsito, la vida, la reputación y la dignidad del otro.
Una vida de amor se evidencia en el padre y la madre que
dedican su vida al cuidado de los hijos.
Una vida de amor se manifiesta cuando la gratitud de los
hijos hacia los padres conlleva honra, actos y palabras.
Una vida de amor no responde con insultos aunque nos
insulten, ni con amenazas cuando padecemos persecución.
Una vida de amor restaura al adversario, perdona al ofensor,
corrige al inexperto, tolera al difícil.
Una vida de amor no puede evitar las discusiones en las
relaciones de pareja, pero nos enseña que, quien ama una relación no permanece
en la discusión.
Una vida de amor nos permite rechazar las conductas del otro
sin que lo rechacemos a él, o dicho al contrario, nos permite aceptar a los
demás, aunque no aceptemos sus conductas.
Una vida de amor es la mejor y única forma de imitar a Dios.