¿Alguna vez te has enojado con Dios? Cuando escucho a
Jeremías, eso es lo que escucho: ira. Él dice: “Tú, Señor, me sedujiste, y yo
me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo, y me venciste. Todos los días se me
ofende; todo el mundo se burla de mí. Cada vez que hablo, levanto la voz y
grito «¡Violencia! ¡Destrucción!». No hay día, Señor, en que tu palabra no sea
para mí motivo de afrenta y de escarnio. Me había propuesto no pensar más en
ti, ni hablar más en tu nombre, ¡pero en mi corazón se prendía un fuego
ardiente que me calaba hasta los huesos! Traté de soportarlo, pero no pude. Jeremías
20:7-9”. Esas son palabras fuertes, y puedo ver por qué. Jeremías ha estado
sirviendo como profeta del Señor por bastante tiempo, ¿y qué recompensa ha
tenido por ello? Burla, traición y odio, incluso de sus amigos más cercanos.
Eso no era lo que Jeremías esperaba.
Sabes a qué me refiero, tú lo has vivido. Estás
tratando de servir al Señor y vivir como cristiano, y de repente te encuentras
inmerso en un desastre. Alguien que amas se enferma gravemente y debes hacerte
cargo de su cuidado te quedas sin trabajo y todos tus planes se desmoronan un
hijo o un hermano se sale de los rieles y tienes que ir al rescate. Nada de
esto era parte de tu plan. ¿Por qué Dios permitiría que sucedieran esas cosas?
Jeremías no recibe una respuesta; después de todo,
Dios es Dios y hace lo que quiere. Como dice Jeremías: “Fuiste más fuerte que
yo, y me venciste”. Entonces se enoja. Pero hay más. Mira lo que dice a
continuación: “Pero tú, Señor, estás conmigo como un poderoso guerrero en tus
manos he puesto mi causa Canten salmos al Señor ¡Cántenle alabanzas! ¡El Señor
es quien libra al pobre de morir a manos de los malignos!” (Jeremías 20:11,12,13).
Disgustado como está, Jeremías todavía se apoya en el
Señor en busca de fuerza. Todavía confía en Él, lo ama, lo sigue y espera ayuda
y salvación de él. Nosotros podemos hacer lo mismo, incluso en medio de
nuestros problemas. Podemos clamar al Señor y saber que Él nos escucha, incluso
cuando estamos enojados o cuando el nivel de estrés en nuestras vidas está al
máximo. Podemos hacer esto porque sabemos que el Señor es completamente
confiable y que no nos olvidará, sino que nos escuchará y ayudará.
Después de todo, Jesús es Aquel de quien el Espíritu Santo dijo: “Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados” (Isaías 54: 4-5). El Dios que sufrió y murió por nosotros en una cruz es el mismo Dios que resucitó de los muertos y que nos llevará con Él a través del sufrimiento a la vida eterna.
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