Las obligaciones y los afanes diarios, nos llevan a un ritmo imparable de vida.
Desde que nuestro plácido sueño es interrumpido por la alarma del reloj, hasta las altas horas de la noche, nos mantenemos abstraídos en nuestras diversas responsabilidades que “nunca” terminan.
El tiempo no nos alcanza, y quisiéramos que el día dejara de tener 24 horas para tener el doble; y aun así, creo que no pararíamos.
Este afán continuo en el que nos vemos sumergidos, nos impide detenernos; y por consiguiente a que dediquemos el tiempo necesario para la reflexión bíblica y la oración...
Siendo realistas, creo que la inmensa mayoría de cristianos ha dejado de invertir tiempos extensos e intensos para cultivar su vida espiritual.
Los cristianos de los tiempos modernos necesitamos DETENERNOS y SENTARNOS para REFLEXIONAR a la luz de la Palabra de Dios, todo lo relacionado a nuestra vida personal, del mundo que nos rodea y de lo que viene en un futuro cercano.
Los cristianos somos los portadores de la LUZ en medio de este mundo “que corre” y “que vuela”. Y si no somos nosotros la antorcha de Cristo, ¿Quién lo será?
Aun mas, hemos de ser INFLUENCIA para la misma Iglesia, y mantener la voz de alerta dentro de ella para que no se amolde a los criterios seculares y de doble moral que impera a su alrededor.
Hemos de recordar insistentemente cuál es el papel primordial y fundamental de la Iglesia de Cristo, y llevarlo a cabo:
¡Hacer discípulos!
DETENTE... SIENTATE... REFLEXIONA...
Tú eres Iglesia...
Es precisamente a ti, a quien Dios te ha enviado a mostrar y mantener la verdad del Evangelio puro.
Que el ritmo intenso de vida que llevas, la rutina diaria y las aflicciones que esto conlleva, no te haga olvidar la misión prioritaria que te ha sido encomendada.
Necesitas mostrar siempre la palabra fiel y digna de ser recibida por todos, así como el apóstol Pablo lo recuerda:
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:
Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
1 Timoteo 1:15
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