domingo, 17 de junio de 2012

Padre

Eres sinónimo de protección, cuidado, sacrificio y responsabilidad. Se te puede definir con adjetivos calificativos tales como: esforzado, sacrificado, dedicado y buen proveedor. Puedes ser identificado por tu paciencia, misericordia, entrega desinteresada y gran fortaleza. El amor de un padre es irremplazable. Simbolizas y representas al sublime amor de Dios. Siempre estás presto a escuchar con intenso deseo y regocijo a que tus hijos te busquen y te demuestren su afecto y cariño. Vives preocupado e interesado por el bienestar de tu esposa, hijos y familia. No abandonas el timón aún cuando la marea es contraria, los vientos fuertes y la embarcación pareciera que va a naufragar. Oras, clamas, lloras y esperas en silencio que Dios te dirija para tomar buenas decisiones. Porque eres consciente del papel que Dios ha depositado sobre ti como sacerdote de tu hogar. Corriges con autoridad y disciplinas con amor. Eres tolerante ante las fallas; perdonas y olvidas aún cuando muchas veces eres el ofendido. Padre, no te detengas en el camino. Tu ayuda siempre vendrá de Jehová. Recuerda que eres ejemplo y nadie puede usurpar tu lugar. Sigue luchando y aún cuando cansado te sientas, no desistas. ¡Sigue adelante! Recuerda que tu nombre implica que eres un ser muy especial. Nunca te olvides, pues tú siempre estás presente. En el palpitar del corazón de tus hijos y esposa. En las acciones que ellos practican. En sus recuerdos más íntimos y atesorados. En los triunfos y momentos de gloria de tus hijos. En la caricia más tierna y limpia que tus futuras generaciones heredaran a través de ellos que tanto recibieron de ti.

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