martes, 10 de enero de 2017


Perteneces al Dios Eterno.
Perteneces al Dios eterno, creador del universo; te ha creado exclusivamente para que vivas en unión íntima y eterna con él por medio de Jesucristo. “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” Juan 17:24.   Desde siempre “existes” en la lista de sus elegidos,
no eres producto de un accidente. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” Efesios 1:3-5. Tu nombre ya está registrado en las dimensiones celestiales y eternas; así que alégrate por ello. “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” Lucas 10:20.
Posees un diseño celestial.

Dios te ha diseñado con características espirituales, posees su hálito de vida, tienes su “adn” eterno; te ha creado a su imagen y semejanza. No perteneces a este mundo aparente y caduco aunque ahora estés en él; al respecto, el apóstol Pablo escribe: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo...” Filipenses 3:20. ¡Eres diferente! Además de tus características terrenales y a diferencia de los demás seres creados posees un diseño celestial. “Y así como hemos traído la imagen del cuerpo terrenal, traeremos también la imagen del celestial” 1 Corintios 15:49.

 Cuando tu cuerpo muera...
Un día tu cuerpo morirá, volverá a la tierra de donde fue sacado; pero tu espíritu volverá a Dios. “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” Eclesiastés 12:7. Necesitas tener esta certeza como la tuvo Job... “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” Job 19:25-26. Como la que tuvo el apóstol Pablo... “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo (el cuerpo), se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” 2 Corintios 5:1.
Cuando tu cuerpo muera, será resucitado a una nueva condición diferente a la actual, experimentará una transformación totalmente opuesta a las leyes terrenales. ¡Algo fuera de toda lógica! “Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” 1 Corintios 15:35-44. Se trata de una transformación sobrenatural y permanente en la condición de cuerpos glorificados como el de Jesucristo. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” 1 Juan 3:2. También el apóstol Pablo en la carta a los filipenses lo reafirma... “El cual transformará el cuerpo de humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la Gloria suya” Filipenses 3:21.
Dios decidió preservarte para siempre...

¡Su decisión permanece fiel!

En el plano de la eternidad decidió ser tu Padre por medio de Jesucristo. Te creó y te engendró para dicho propósito. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” Juan 1:12-13. Como Padre que es, te garantiza que no quedarás en el polvo del olvido... “Yo nunca me olvidaré de ti” Isaías 49:8. Quien te trajo a la existencia no te olvidará...     ¡Jamás lo ha hecho! ¡Jamás lo hará!
                                                                                                                              M.R

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