Volvió, pues, Jesús a decirles:… Yo soy el buen pastor;el buen pastor su vida da por las ovejas.Juan 10:7 y 11.
En la llanura de la Bekaa, en el Líbano, hay numerosos rebaños de ovejas. Al final del día cada pastor lleva su rebaño a un recinto seguro. Además, el pastor acostumbra dormir cerca de sus animales. De esa manera él conoce sus ovejas y ellas lo conocen. Está tan cerca de ellas que puede sentir y experimentar lo que ellas viven. Ninguna anomalía escapa a su atención. La autoridad que tiene sobre las ovejas se funda en su constante presencia y sus cuidados.
Respecto a Dios, a menudo la Biblia emplea la imagen del pastor. El pueblo de Israel, un pueblo de pastores, debió ser muy sensible a ello. Esta imagen subraya la presencia activa del Señor Jesucristo en medio de su pueblo. Recordemos que su nombre Emanuel significa “Dios con nosotros” y que él hizo esta promesa a los suyos: “Estoy con vosotros todos los días” (Mateo 1:23; 28:20). Sí, él está siempre cerca de nosotros.
En hebreo, tres palabras designan al pastor con tres características: proteger, vigilar y prever. Asimismo, el Señor Jesús es primeramente el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas (Juan 10:11). Luego vigila a sus redimidos para librarlos del mal exterior e interior. “Nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). Por último, el Señor Jesús promete que los suyos tendrán vida “en abundancia” (Juan 10:10).
¿Conocemos semejante vida que halla su fuente en el amor del Señor y que espontáneamente se pone al servicio del prójimo?
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