El tiempo en realidad no existe, es decir, mejor dicho, solo existe en la mente del ser humano, como un ente de razón (algo que solo existe en el pensamiento). Esto significa que en la realidad no existe como tal. Entonces, ¿de dónde sale? Aristóteles lo precisó muy bien: “el tiempo es medida del movimiento según lo anterior y lo posterior.” Dado que el movimiento tiene suscesividad, el mismo movimiento puede separarse en partes que son anteriores y posteriores unas de otras. El hecho de contar y numerar esas partes por la mente humana, hace aparecer el timpo. Así, entonces, el tiempo es una simple apariencia de algo que pasa, en lo cual estamos inmersos, pero en realidad no es tal.
De aquí se deduce que solo los seres corpóreos tienen “tiempo”, tal como lo consideramos. Pues el cuerpo es el que les permite a este tipo de seres la mutabilidad que demuestra el movimiento. Por eso también se dice que Dios es eterno, no porque perdure eternamente en el tiempo, sino porque al no ser mutable, por no tener cuerpo, el concepto de tiempo no puede aplicársele. Este es el modo correcto de comprender la eternidad del Ser Absoluto.
¿Detener el tiempo? Bueno, en realidad no hay nada que detener, salvo el movimiento. Es a lo que aspiran ciertas prácticas como la meditación que, al suspender la actividad mental (responsable de la idea del tiempo) y al quedarse completamente quietos en un lugar, nos puede brindar la posibilidad de “probar” la detención del tiempo y nos puede brindar una precaria idea de la eternidad sin tiempo. Para personas entrenadas en detener su pensamiento durante la vigilia, trate de hacerlo y verá como el concepto tradicional de tiempo se esfuma también.
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