Días, atrás pensaba en que si alguien me
preguntara por qué estaría dispuesto a agradecer a Dios, hay cuatro cosas por
las cuales sin duda, lo haría. En verdad, hay muchas más, pero me parece que
todas se circunscriben a estas cuatro:
-
Familia
-
Trabajo
-
Salud
-
Ministerio
No importa el orden en el
que las menciono. No significa que sea una primero y otra después o más
importante la primera que la última en enunciarse.
Mi familia juega un papel
decisivo en mi vida. Dicen que “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”.
ya que conmigo hay dos grandes mujeres y dos hombres por las cuales agradezco
cada día de mi vida a Dios: mi esposa y mis hijos . Me contienen mucho. Ellos
conocen mi malhumor cuando algo sale mal o mi depresión cuando a veces regreso
del trabajo hecho pedazos.
A veces surgen las rispideces, las desavenencias,
los enojos. ¿Quién dijo que a las familias cristianas estas cosas no les pasan?
Sin embargo, su contención y su presencia en mi vida resultan ser un importante
pilar por lo que agradezco cada día, ya que tiene una poderosa gravitación en
el resto de las áreas. No sé qué sería de mí sin la familia. Mi trabajo, mi
salud y mi ministerio se verían seriamente resentidos.
Mi trabajo. Más allá de los
dolores de cabeza es la fuente de ingresos que permite sostener la familia, la
salud y el ministerio. Luego de un fin de semana 100% ministerio, de una noche
de gloria el domingo a la noche en la iglesia, viene el lunes y a las 6:00 AM
hay que levantarse para salir al fragor de la batalla. ¡A veces no quiero
levantarme! Pero agradezco a Dios por tener la salud para trabajar, una esposa que
me despide al salir muy temprano en la mañana y espera todo el día por mi
regreso, me da fuerzas, me ayuda a levantar mis horizontes en pos de cosas más
trascendentes que el devenir de todos los días, y sin el cual no podría hacer
frente a las vicisitudes laborales. Ya habría renunciado hace rato.
Mi salud es algo por lo que
agradezco a Dios. No es perfecta. De hecho hay algunas “bombas de tiempo” dando
vueltas por mi organismo que en algún momento van a causar problemas. Uno de
mis jefes siempre dice con humor: “¡Si después de los 50 no te duele nada, es porque
estás muerto!” Hay dolores, hay molestias, pero puedo salir cada día a
trabajar, puedo disfrutar de mi familia, puedo ministrar con lucidez y claridad.
Y por último, mi Ministerio,
este precioso ministerio que el Señor me ha dado.. “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Filipenses
4:13) está bien. El
Señor es roca mía y castillo mío, fortaleza mía, mi escudo, la fuerza de mi
Salvación, mi alto refugio (Salmos 18:2) es indiscutible. Mi luz y mi salvación, la
fortaleza de mi vida (Salmos 27:1), ni hablar. Y así podría citar
cientos de porciones de las Escrituras. No me alcanzaría un libro para ello… Pero sin los pilares que
el Señor me ha dado para mi tránsito en esta tierra: Salud, Trabajo y Familia,
mi Ministerio se vería considerablemente resentido.
Pastor Manuel R
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