Cómo negar la necesidad que tengo de Dios, si es Él
de quien dependo para salir adelante, si sólo a Él puedo acudir para alimentar
la esperanza de hallar la paz que tanto necesita mi alma. Sería pretender tapar
el sol con un dedo, sería ilógico pensar que no necesito a quien me ha creado.
Sin Él, el aire que respiro es pesado, sin Él nada
de lo que pueda hacer tiene importancia, sin Él todo lo que me rodea se vuelve
insignificante. Dios es mi todo, Él satisface mi vida, en Él encuentro lo que
verdaderamente necesito, en Él todo de mi vida cobra valor. Es curioso, pero
aún los momentos más difíciles pueden ser las mejores de las bendiciones cuando
estamos en las manos de Dios.
¡Todo es tan distinto cuando enfocas tu mirada en el
Señor! aunque no hay fuerzas, no desmayas; aunque nada bueno sucede, no pierdes
la esperanza; aunque no tienes nada, te sientes pleno; aunque muchos te dan la
espalda, no te sientes solo; aunque no sabes qué hacer, no te das por vencido.
Todo cambia cuando Dios es el centro de nuestra vida, cuando por medio de su
Hijo Jesucristo somos controlados y guiados por su Espíritu Santo de acuerdo a
su perfecta voluntad.
Sé que hay situaciones adversas que nos llevan a
pensar de una manera derrotista, quizá hemos llegado a creer que nada vale la
pena y que todo está perdido. Sin embargo, la fe que Dios nos ha otorgado en su
Hijo Jesucristo nos permite levantar la mirada y seguir confiando en que pronto
empezaremos a disfrutar de un nuevo amanecer, donde la luz brille sobre
nosotros, donde nada pueda opacar el resplandor que cubrirá nuestra vida.
En mi caso, Jesucristo es mi esperanza y en Él
confía plenamente mi corazón, mi vida entera le pertenece y todo lo que me
rodea tiene que ver con Él. Sin Él nada soy, sin Él simplemente no existo; para
qué la vida sin la vida misma que Cristo me da, no tendría sentido vivir para
sí o para el mundo. Así que todo lo que vivo es por Cristo y para Cristo, Él es
vital para mí.
Soy consciente de mi necesidad de Dios, soy consciente
de que sólo hay un camino que me puede acercar a Él, “Cristo Jesús.” Cristo es
mi todo y es por Él que puedo tener la certeza de permanecer en la presencia de
Dios, el Dios que creó los cielos y la tierra, el Dios que me creó. Con sus
propias manos fui formada en el vientre de mi madre; soy suya, le pertenezco y
conservo la seguridad de que no hay nada que pueda apartarme de su amor. Así de
simple: “sin Dios nada vale, ni siquiera la misma vida” es por eso que debemos
anhelar y buscar todo el tiempo su presencia y que Él por su bendita gracia en
Cristo Jesús, nos permita disfrutar de su eterno amor.
Antes de que yo naciera, el Señor me
llamó. Me puso mi nombre cuando yo todavía estaba en el vientre de mi
madre. Él hizo mi boca como una espada
afilada. Me escondió con la sombra de su mano. Me convirtió en una flecha
pulida y me escondió en su aljaba” .Isaías 49:1-2.
Los Pastores Manuel y Marina
0 comentarios:
Publicar un comentario