Este relato se
encuentra en 2 Reyes 4:1 al 7. Nos cuenta de una mujer viuda, de la familia de
los profetas, que acude a Eliseo, el gran profeta, en busca de ayuda. Dice
ella:” tu siervo, mi marido, ha muerto, y los acreedores quieren llevarse a dos
de mis hijos como siervos.”
Eliseo no vacila en
responderle. "¿Qué te haré yo? ¿Declárame que tienes en tu casa? Y ella
dice: tu sierva nada tiene en casa, tan solo una vasija de aceite.”
¡Qué poco, ¿verdad?
Como para no sentirse desalentada en semejante situación. Llena de deudas, sin alimentos
ni carne, ni pan, ni trigo, tan solo una vasija de aceite.
A continuación, el
profeta da una orden:” Ve, pide a tus vecinos, vasijas prestadas, vasijas
vacías, no pocas. Luego enciérrate con tus hijos y llénalas de aceite”.
Ella obedece y
encerrada en su pieza con sus hijos va llenando las vasijas vacías hasta que ya
no queda ninguna, y recién entonces el aceite deja de fluir.
La mujer vuelve al
profeta para contarle el milagro sucedido y allí Eliseo le aconseja: “Vende el
aceite, paga a tus acreedores y con lo que queda vivan ustedes”.
¿Qué lecciones podemos
sacar de esta hermosa historia contada en tan solo siete versículos? Varias, a
no dudarlo y vamos a comenzar de a un versículo por vez.
1º: La mujer viuda se
enfrenta a un grave problema, pero tiene una resolución sabia: va a contárselo
a quien puede darle consejo y ayuda, es decir, a la persona indicada.
Acá vemos una persona
de fe: ¿Hacemos así nosotros? O, cuando tenemos una dificultad muy grande nos
desahogamos con los vecinos o nos quejamos con nuestros compañeros de trabajo,
dando la pobre impresión de que, a pesar de ser hijos de Dios, no tenemos a
quien recurrir en busca de ayuda y nos limitamos a desparramar nuestro problema
y a lamentarnos como lo hacen los demás?
No sería mas sabio refrenar nuestra lengua delante de los inconversos y
tratar el problema con nuestros pastores o con algún consejero o hermano de la
iglesia que pueda ayudarnos con su sabiduría?
Vers.2:la respuesta de
Eliseo es terminante. “Yo no puedo solucionarte por mí sólo este problema.
Fíjate que tienes en casa”.
Algo debe quedar en
nuestro hogar de bendiciones que el Señor nos ha dado en el pasado. Y, además,
Dios siempre está dispuesto a usar nuestros dones y capacidades para
bendecirnos en un momento de necesidad. Cuando Moisés aducía su falta de
habilidad para enfrentarse con Faraón, Jehová le dijo: ¿Qué tienes en la mano?
Y de una simple vara de pastor salió el instrumento que pudo convencer al
Faraón del poder delegado en Moisés.
Cuando el Señor Jesús
dió de comer a mas de cinco mil personas, el alimento salió de los escasos
cinco panes y dos peces que un muchachito puso en su manos.
Muchas veces buscamos
soluciones mágicas cuando a nuestro alcance están los medios para comenzar a
paliar nuestro problema.
Dios puede hacer lo que
para nosotros es imposible utilizando lo poco posible que está al alcance de
nuestra mano. Para la pobre viuda el aceite era, tal vez, tan sólo una pequeña
tinaja en medio de su pobreza y desolación, pero Dios la transformó en una
fuente inagotable de bendición.
Vers.3: ve y pide a tus
vecinos vasijas prestadas, vasijas vacías, no pocas.
Acá vemos a una mujer
de buen testimonio con sus vecinos. Si ella no se hubiera llevado bien con
ellos, si hubiera sido peleadora, mala vecina, chismosa o insolente no se
hubiera atrevido a hacer tal pedido. Sin embargo, ella y sus hijos van casa por
casa y recogen vasijas en gran cantidad
También vemos a una
mujer obediente: no discute con el profeta, (¿para qué traer vasijas si no hay
aceite para llenarlas?) y obedece su palabra sin chistar.
Cuando el mismo Eliseo
trató con Naamán para sanar su lepra y le ordenó bañarse por siete veces en el
Jordán, éste, con orgullo, se resistió a la orden, creyendo que el profeta iría
a hacer un gran milagro delante de sus ojos y por poco pierde su oportunidad de
curarse.
La viuda, en cambio,
accedió a un pedido que añadía una humillación más a las que ya estaba pasando.
Vers.4 y 5: entra
luego, y enciérrate tú y tus hijos…y ellos le traían las vasijas, y ella echaba
el aceite.
Hay toda una unión
familiar que se hace evidente en el momento de crisis que vivieron la viuda y
sus hijos. Los jóvenes, obedientemente, hacen todo lo que su madre les pide ,
sin cuestionarle nada.
Muchas veces estas
mismas crisis dividen a las familias, ya que sus integrantes comienzan a
culparse el uno al otro de la situación que les toca vivir, y no saben o no
quieren, por egoísmo, enfrentar el grado de responsabilidad que le corresponde
a cada uno. Acá, la familia unida, en completa intimidad, va realizando en
conjunto y en perfecta armonía el trabajo que el profeta les ha encargado,
contribuyendo así, con su fe, a que se produzca el milagro.
Vers.6: Cuando se
acabaron las vasijas, cesó el aceite.
Siempre los límites a
la bendición de Dios los ponemos nosotros, no ÉL. A más vasijas, mas aceite se
derramaba. A más fe, más entrega, más compromiso, más rendición de nuestra vida
y de nuestro yo, más unción del Espíritu Santo vendrá sobre nosotros.
Si somos un canal por
donde pueda fluir el aceite de Su Santo Espíritu, seremos como una vasija
abierta que derramará la abundancia de su bendición sobre otras personas.
Vers.7: vino luego ella
y le contó al varón de Dios.
¡Qué bueno es volver a
los pies del Señor para agradecerle cuando recibimos bendición de Su mano!
¡Qué bueno es volver
para agradecerle al hermano que con bondad nos escuchó y aconsejó o nos prestó
ayuda económica!
¿Y los nueve donde están,
preguntó el Señor como un reproche por el desagradecimiento de los leprosos que
EL había librado de su enfermedad.
Si algo debemos
aprender en nuestra vida cristiana, es a ser agradecidos. Es fácil pedir en el
momento de urgencia y olvidarlo luego. Es triste aprovecharnos de las
bendiciones para luego darle la espalda al Señor al menor inconveniente.
Ya vemos: una pequeña,
casi desconocida mujer y una gran, hermosa historia que ella nos ha dejado con
su proceder. Que pueda servirnos de bendición y ejemplo para el vivir de cada
día.