Meditar en la Palabra de Dios, es aplicar a nuestra vida personal las enseñanzas extraídas de su lectura y estudio; por eso, es importante que los cristianos dediquemos un tiempo diario para hacerlo.
La meditación en la Palabra de Dios debe constituirse no en una obligación, sino en una necesidad.
Así como la necesidad de alimentarnos es algo prioritario y placentero, de igual manera lo es la meditación bíblica. El Salmo 1 nos dice lo siguiente:
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.
Salmo 1:1-2
Cuando la meditación bíblica se constituye en delicia, no hay prioridad que compita con ella. Es lo primero que se desea hacer antes que cualquier otra actividad u ocupación. Creo que este debe de ser uno de los propósitos que en este año hemos de cultivar.
La meditación bíblica es oír la voz de a Dios hablando directo al corazón.
Es Dios hablándote precisamente en
lo que necesitas...
Es Dios respondiéndote...
Es Dios exhortándote...
Es Dios animándote...
Es Dios prometiéndote...
Es Dios enseñándote...
Es Dios confirmándote la palabra justa y precisa que necesitas...
Es Dios dándote aguas abundantes en medio del desierto árido e improductivo que te envuelve...
Compruébalo
y verás cómo se constituye en una delicia real y duradera para tu vida.
Algunos resultados de la meditación bíblica.
La certeza que la Palabra de Dios es veraz. Adquieres convicciones firmes en todo su contenido.
La certeza que Dios está pendiente de todo lo que sucede en tu interior y en tu entorno.
La certeza que Dios no te dejará a la deriva en medio de las circunstancias difíciles.
Sabiduría para proceder ante cada circunstancia que te toque vivir.
El deseo intenso de obedecer incondicionalmente la voz de Dios aunque las condiciones externas sean contrarias e ilógicas.
El deseo intenso de ponerse bajo las órdenes incondicionales de Dios para servir con diligencia en su obra.
El deseo intenso de compartir con otras personas la Palabra de Dios.
Entiendes que la única razón de tu existencia sobre la tierra es vivir para reflejar la luz de Cristo.
Adquieres valor para enfrentar con perseverancia todo tipo de oposición.
Proyectas una vida fructífera aunque estés en el peor de los áridos desiertos.
En otras palabras se cumplirá en ti, aquella promesa del Salmo 1:
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.
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